Apoyada en una de las columnas de un edifico portuario y con el brazo izquierdo vendado con un trozo de mi túnica, vi aparecer un águila, que más tarde se convirtió en un humano. En mi cara se compuso una expresión de desprecio absoluto al ver que debía ser Zeus. Hice una pequeña inclinación de cabeza, como era obligatorio que hiciéramos, y contesté a su pregunta.
- He vivido cosas peores, y tú lo sabes. Cumple ahora tu parte del trato.