Llegué al palacio de Atenas, mas concreta a la Sala del trono, para darle mi enhorabuena al nuevo soberano. Con una inclinación de cabeza muy leve, ya que no tenía porqué arrodilarme ante él, le saludé:
-Mi mas sincera enhorabuena Mi Señor...Espero que tenga usted la sabiduría de llevar a su ciudad a la victoria en las innumerables batallas que de seguro vendrán- dicho esto le miré con mis ojos de desigual color, uno verde y otro azul, esperando su respuesta.